miércoles, septiembre 06, 2006

La nueva educación


ESTREPSÍADES: Y, ¿cómo sería ello justo? Desvergonzado, a mí que te he criado, que adivinaba en tus balbuceos todos tus pensamientos. Si tú decías "gú-gú", yo ya lo había entendido y te daba de beber. Tú habías pedido "ñam-ñam", y yo iba a llevarte pan. Apenas habías dicho tú "ca-ca", ya te llevaba yo afuera y te tenía delante de mí. (Más animado). Y tú, cuando ahora mismo me estabas estrangulando, ya podría yo gritar y berrear que sentía una necesidad urgente, tú no te preocupaste ni te dignaste sacarme fuera, canalla, y todo sofocado hice "caca" en el mismo sitio.

[...]

FIDÍPIDES: ¡Qué dulce es vivir tratando con cosas nuevas e ingeniosas, y poder despreciar las leyes establecidas! Por eso yo, que, cuando la equitación sola retenía mi atención, no era capaz de decir tres palabras sin cometer falta, pero que ahora, desde que el maestro que habita allí ha puesto fin a esto y desde que soy familiar con pensamientos sutiles, razonamientos y meditaciones, creo poder demostrar que es justo castigar al padre de uno.

ESTREPSÍADES: ¡Cabalga, pues, por Zeus! Prefiero ocuparme de los arreos de una cuadriga que ser molido a golpes.

FIDÍPIDES: Volviendo a lo que yo decía cuando me has quitado la palabra de la boca. Quiero primero proponerte esta cuestión: cuando yo era pequeño, ¿me pegabas tú?

ESTREPSÍADES: Sí, por interés y solicitud para contigo.

FIDÍPIDES: Dime, pues, ¿no es justo que yo a mi vez te demuestre análogamente interés y te pegue, ya que interesarse por las personas es pegarles? Pues ¿por qué tiene que estar tu cuerpo exento de golpes y no tiene que estarlo el mío? En verdad, yo también he nacido libre. Los niños lloran, ¡y crees tú que un padre no debe llorar? ¿Por qué? Dirás que, según el uso, el papel de un niño es ser tratado así. Pero yo podría responderte que los viejos son dos veces niños: les sienta mucho mejor el llorar a los viejos que a los jóvenes, por cuanto sus faltas son menos excusables.

ESTREPSÍADES: Pero en ninguna parte permite la ley que se trata así al padre de uno.

FIDÍPIDES: ¿Acaso no era un hombre el primero que estableció esta ley, un hombre como tú y yo, y acaso no fue por medio de la palabra como él persuadió a los ancianos? ¿Me estará, pues, a mí menos permitido establecer igualmente, para el futuro, una ley nueva, según la cual los hijos puedan a su vez pegar a sus padres? Todos los golpes que nosotros recibíamos antes de que fuera establecida esta ley, los dejamos en paz, y queremos haber sido zurrados impunemente. Pero observa los gallos y los demás animales que tú sabes, cómo devuelven los golpes a sus padres; y, sin embargo, ¿en qué difieren ellos de nosotros, si no es en que no redactan decretos?

ESTREPSÍADES: ¿Por qué, pues, ya que imitas a los gallos en todo, no comes también estiércol y duermes también sobre un palo?

FIDÍPIDES: No es lo mismo, querido, y Sócrates no sería de esta opinión.

ESTREPSÍADES: Entonces no pegues; de lo contrario, es a ti mismo a quien echarás la culpa.

FIDÍPIDES: ¿Cómo?

ESTREPSÍADES: Porque yo tengo el derecho de castigarte como tú de hacerlo con tu hijo, si tienes alguno.

FIDÍPIDES: Y si yo no tengo ninguno, yo habré llorado por nada, y tú, cuando te mueras, te habrás bien burlado de mí.

ESTREPSÍADES: Según mi ver, gentes de mi edad, él tiene razón. Yo creo que hay que conceder a estos niños lo que es razonable. Es del todo natural, en efecto, que lloremos, si cometemos injusticias.

FIDÍPIDES: Examina aún otra proposición.

ESTREPSÍADES: Entonces estaré perdido.

FIDÍPIDES: Y entonces quizá no estarás tan disgustado por haber sido tratado como acabas de serlo.

ESTREPSÍADES:Y ¿cómo esto? Hazme ver qué provecho me harás sacar de ello.

FÍDÍPIDES: A mi madre la voy a golpear como a tí.

ARISTÓFANES: Las nubes

No hay comentarios: